Iniciamos nuestra reflexión recordando un principio básico en
psicología infantil que es que los niños deben sentir desde el primer instante
de su vida es el amor de sus padres y de quienes están en su entorno. Todo niño
debe sentirse sostenido, acogido, por mamá y papá, pues esa es la base para que
desarrolle un sentimiento de confianza en quiénes lo cuidan, lo que favorecerá un sentimiento de seguridad en sí mismo y en
su entorno.
Partiendo de esta premisa no resulta difícil plantear cuáles
son las expresiones y mensajes que no favorecen un desarrollo emocionalmente
saludable.
Pensemos en un recién nacido, las actitudes de la madre al
sostenerlo, darle el pecho, vestirlo, bañarlo que no van acompañadas de un
gesto cariñoso, de una mirada de afecto, sino más bien de fastidio, cansancio,
indiferencia y hasta rechazo, son cosas
que se dicen no verbalmente, pero sí gestual y corporalmente que generan un
sentimiento de inseguridad en el niño.
Cuando va creciendo y nos dirigimos a él en un tono
imperativo, como un ¡No! frente a diversas situaciones, el niño lo interpreta
como que es rechazado.
Expresiones durante la crianza, en el establecimiento de
límites, en que se le pide que se comporte de una determinada manera y cuando
no lo hace le decimos “por qué te portas
mal, ya no te quiero”. Debemos tener
presente que el amor al niño es incondicional, que no depende de cómo se
comporta. Por ello cuando corregimos una conducta hay que poner énfasis en que
lo que está mal es la conducta, no el niño.
Evitar las comparaciones: “mira cómo tu hermano que es menor, sí sabe portarse bien” o “todos los niños de tu edad ya hacen bien lo
que te decimos, por qué tú no puedes”, o “qué pasa contigo que todo lo haces mal”. Todo comentario que melle
la autoestima del niño, sólo contribuye a reforzar un sentimiento de que algo
malo tiene él, por ello deben evitarse.
Manifestarle que ya estamos cansados de nuestra labor como
padres, o que no sabemos qué debemos hacer: “me canso de repetirte las cosas,
tienes que obedecer a la primera”, o “no
sé qué hacer, hago una serie de cosas y nada resulta, finalmente haz lo que
quieras”. Expresiones de ese tipo lo
desorientan, pues si sus padres ya no saben qué hacer ¿entonces quién se podrá
hacer cargo de él?
En el proceso de aprendizaje escolar manifestarle fastidio
por qué no entiende: “ya te lo expliqué,
no entiendo por qué no lo haces bien”. El niño sentirá que no es un buen
alumno y rechazará la etapa escolar.
Formemos niños seguros
y no le digamos nada que cuestione nuestro cariño ni merme su autoestima.
Carmen Fernández G.
Psicóloga-Psicoterapeuta