Vemos a diario personas
cuyo impulso sale en forma primitiva: molestan, exigen lo que quiere,
presionan, gritan, pegan, insultan; personas que crecieron muy probablemente
sin o con muy pocos límites, por lo que no se percataron de que la otra persona
existe diferente a ellos mismos, con sus
propias características, necesidades, ideas, sentimientos, viendo muchas veces a los otros
como extensión de sí mismos, de sus deseos, dando como resultado poco respecto
y consideración a los demás siendo muy difícil
convivir con ellos.
Recordemos que los
límites son necesarios pues evita el
desborde de los impulsos, favoreciendo el manejo de los mismos, pudiendo así
las personas encauzar la energía hacia algo productivo. Ejemplo de ello lo tenemos en personas con una fuerte carga impulsiva que la expresan civilizadamente, por
ejemplo a través de actividades artísticas como pintura, escultura, manualidades,
costura, cerámica, deportes fuertes o también dirigiendo, liderando grupos, con
un fuerte impulso a crecer. Ellas pudieron desarrollar el control de sí misma,
la empatía, la capacidad para posponer,
manejar la frustración, esperar, habilidades necesarias para vivir en
comunidad.
Para una
convivencia saludable recordemos que “mis
derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás”.
Margarita Arboleda Boza
Psicóloga-Psicoterapeuta
Miembro del Equipo Directivo
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