jueves, 27 de septiembre de 2012

Los entretelones de la cuarta edad: Testimonio de una hija.



“Si convives con un familiar enfermo y anciano, como tu mamá, puede pasar que,  de un momento a otro, te encuentres discutiendo con ella (cosa que antes no hacías)  porque crees que se volvió terca, que no le quiere hacer caso al doctor, que no toma la medicación y le adviertes y reniegas, te desconciertas, no entiendes nada… y “es que  no se acuerda”.
“De pronto descubres que dentro de su mundo interior  empieza a esbozarse  un paisaje muy diferente, con escasos  colores, opaco, con muy poco sol, bastante solitario y angustiante.  De la noche a la mañana te asustas porque te encuentras viviendo en la “La casa de los Espíritus”, pues empiezan ellos a acompañarla; los espera en las noches, por eso no duerme,  deja la mesa puesta… y ¡pobre de ti si le discutes!, responde “tú no sabes nada”. Qué te queda? No contradecir. Ataca con más fuerza la “Demencia Senil” y entre el impacto y la profunda pena,  te paralizas, no sabes qué hacer para ayudarla, contentarla. Te involucras tanto que por momentos sientes que te asfixias porque se aferra a ti con todas sus fuerzas. – Donde estás que no te encuentro  mamá? mi compañera, mi amiga, mi consejera?. Quieres gritar ¡ya basta!, ¡auxilio!- quién me ayuda?. ¡Quiero tirar la toalla! y encima te sientes culpable...entonces llegó la crisis para ti también”.
“Sentí que la oración fortalece y descubrí que Dios nos pone ángeles de carne y hueso: mi familia y amigas, entre ellas la persona que me ayuda en los cuidados de mi madre y los quehaceres de mi casa, todos sintonizando conmigo brindándome apoyo incondicional de todo tipo. Un “gracias” se queda corto, pues si no fuera por ellos yo no estaría aquí compartiendo este proceso tan intenso”.


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