viernes, 31 de octubre de 2014

Desarrollando la confianza básica de mi bebé

Deseamos referirnos de modo sencillo  cómo en nuestra vida pasamos todos por diferentes etapas, teniendo en cuenta que la manera en que las vivimos redundará en nuestra formación como personas.

Para esta reflexión nos basaremos en la teoría del psicoanalista E. Erikson quien resalta la importancia de las relaciones interpersonales.

Nos habla de Ocho Etapas de Desarrollo. La primera etapa la denomina Confianza Básica  que se inicia desde el momento del nacimiento hasta el año seis meses (0 meses a 1 año 6 meses). 

La tarea fundamental por resolver es que el recién nacido desarrolle un sentimiento de confianza hacia el entorno que lo rodea. Para ello es importante que sus necesidades, tanto físicas como emocionales, sean atendidas satisfactoriamente. Pensemos en un recién nacido que depende totalmente de los cuidados que se le brinda para sobrevivir. Si es atendido por una madre solícita, que le da de lactar con amor, convirtiendo la lactancia en un momento privilegiado en el que se comunican madre e hijo, a través de la mirada, la manera cómo lo carga, el tono de voz con el que le habla, ese niño irá desarrollando un sentimiento de bienestar y podrá ir anticipando que cuando tiene hambre será atendido con calidez y ternura.

De igual manera frente a los otros cuidados, como el baño, el abrigo, sentimientos de dolor físico, juego, se irá estableciendo un diálogo enriquecedor con la madre, el padre y el entorno que lo rodea.

Un niño que transita así esta etapa se  sentirá seguro y confiado, pues las experiencias que va viviendo las va interiorizando y sentando las bases en la construcción de su personalidad.

Erikson señala que de ser positiva esta etapa, la persona desarrollará el sentimiento de Esperanza,  primordial en nuestro desarrollo, pues nos permite sentir la seguridad de que nuestras expectativas serán resueltas.

Estemos atentos a ofrecerle a nuestro niño un ambiente cálido y acogedor que le transmita todo el amor que sentimos por él y que las atenciones a sus necesidades físicas se realicen envueltas en ese sentimiento, brindándole una cálida acogida y un sostenimiento seguro, aspectos básicos en el establecimiento de los primeros vínculos afectivos y en el desarrollo de un apego seguro.

Carmen Fernández Gonzales
Psicóloga-Psicoterapeuta
Miembro del Equipo Directivo   
                                          www.centrodeasesoriapsicologicatikay.com

miércoles, 15 de octubre de 2014

CUANDO LOS PADRES SE SEPARAN

Cada vez más encontramos a padres que deciden separarse, incluso después de varios intentos de recuperar el amor, culminan con el rompimiento de su relación. Es entonces, cuando escuchamos expresiones que revelan sentimientos encontrados de dolor, angustia, rencor, ira y pena, llegando en ocasiones a la depresión.

En efecto, una de las mayores crisis que atraviesa la familia es la separación de los padres, y los hijos experimentan estados profundos de sufrimiento. Por eso los vemos, vulnerables, desconcertados, tristes por la pérdida de uno de los padres, desilusionados de la imagen idealizada del padre o madre, con miedo a ser abandonados, con sentimientos de soledad, culpa por sentirse responsables de la ruptura, así como con rabia que puede verse reflejada en una mala conducta en el colegio o en casa. 

¿Qué podemos hacer?
  • Reconocer lo difícil que es enfrentar al mismo tiempo la ruptura de pareja y hacer el trabajo de padres. 
  • Brindar (ambos padres) a sus hijos la explicación sobre la decisión de separarse, hablar con claridad y honestidad, evitando comentarios que pueda ocultar la verdad o generar expectativas.
  • Estar atentos a sus preguntas y preocupaciones, propios de la situación, dándoles confianza, seguridad y tranquilidad en las respuestas.
  • Manifestar que el amor y cariño hacia sus hijos no se va alterar con la separación y que por siempre seguirán contando con  papá y mamá.
  • Lograr entre los padres una relación de respeto y comunicación centrada en sus hijos.
  • Evitar las discusiones y pleitos cuando sus hijos están presentes, recordando que a más conflictos perciban, mayores dificultades tendrán para adaptarse a la nueva situación.
  • Continuar coordinando los temas de disciplina, salud, aporte económico, visitas, viajes, entre otros.
  • Facilitar el acercamiento del progenitor que no vive con los hijos.
  • Evitar comentarios negativos, hostiles y despectivos uno del otro.
  • No usar a sus hijos como mensajeros, árbitros o como un instrumento de presión.
  • Cumplir las promesas, disculparse y explicarles cuando no les sea posible hacerlo.
  • Mantener en lo posible las rutinas de sus hijos.
  • Conservar intactos el vínculo con los abuelos, tíos y primos, intentando que sea constante las relaciones.
  • Tomar en cuenta que todo PROCESO DE SEPARACIÓN ES UN DUELO, tanto para los padres como para los hijos.
    Ivonne Santiváñez Pineda
    Psicóloga-Psicoterapeuta
    Miembro del Equipo Directivo de T’ikay
                                      www.centrodeasesoriapsicologicatikay.com