Empieza un nuevo año escolar y es importante conocer qué
significa ello para los alumnos y padres de familia.
Estamos en el siglo XXI y las nuevas teorías pedagógicas han
cambiado, se enfatiza en las actuales propuestas educativas la importancia de
la Educación Personalizada, es decir, que ya no se pretende que todos los
alumnos rindan por igual, sino tener en cuenta los ritmos individuales y
acompañarlos en su proceso de aprendizaje, sin presionarlos, teniendo en
cuenta sus tiempos. Otro aporte fundamental es el de las llamadas Inteligencias
Múltiples, en las que se postula que no existe un solo tipo de inteligencia
sino varios y que los alumnos destacarán no necesariamente en todas. Algún niño
será muy hábil para las matemáticas, otro para la música, otro para
comunicación, habrá quien destaque en el deporte, y así tendremos en un salón diferentes
alumnos con distintas habilidades, todos igualmente inteligentes.
Siendo esto así pensaríamos que todos los alumnos verían con
entusiasmo el nuevo año escolar, pero la realidad nos dice que esto no es así.
Algunos niños reciben el nuevo año como un hecho que acepta,
sin experimentar necesariamente alegría
o rechazo.
Pocos son los niños que se encuentran entusiasmados frente a
las nuevas experiencias de aprendizaje que van a tener, el encuentro con sus
compañeros, sus nuevos útiles escolares.
Un gran grupo de niños se siente mal, experimenta temor, la
idea de volver al colegio no le gusta. Si pensamos que hay detrás de estos
sentimientos, encontramos que los niños han vivido situaciones frustrantes años
anteriores, han experimentado fracaso en algunos de los aprendizajes, sobre
todo matemáticas y comunicación, o han presentado conductas calificadas de
falta de atención o inquietud. No es difícil entender que no quieran repetir
las mismas experiencias.
Los padres verán el nuevo año, según cómo les haya ido a sus
hijos en el colegio. Quienes tuvieron un niño que presentaba dificultades,
seguramente fueron citados varias veces al colegio, llevaron a su niño a una serie
de terapias y terminaron el año sintiéndose agotados.
Frente a estos hechos nos preguntamos ¿Qué hay de la
educación personalizada, de tomar en cuenta las inteligencias múltiples, el
fijarse en lo que un alumno sí es capaz de hacer y no en sus dificultades?
Nos encontramos que a pesar que la mayoría de Centros
Educativos contemplan los planteamientos señalados, en el quehacer cotidiano,
presionados por las exigencias académicas, terminan por no respetarlos y exigen
a todos los alumnos por igual.
Es momento de cambiar la situación, de pensar que no podemos
permitir que un niño pase toda su etapa
escolar sintiéndose infeliz y poco competente, sin valorar sus reales
habilidades, y sin fortalecerlo y lograr que su autoestima sea buena.
Los padres deben ser los primeros en comprender a su hijo,
bridándole aceptación, cariño, permitiéndole explorar diferentes posibilidades
de aprendizaje, reforzando aquello para lo que es bueno, así como ayudándolo a
superar las dificultades en otras áreas.
Busquemos que nuestros niños vivan felices su etapa escolar
Carmen
Fernández G.